Nuestra Señora de Barbaño, Patrona de Montijo |
Lo nuevo y lo antiguo. De ayer, de hoy y de todos los siglos venideros. Las puertas de su casa han ido deshojando el tiempo estrechando la espera. Si tú supieras, muchacha, lo dulce que es esperarte soñando con tu llegada y oírte después llegar. Si supieras, cuando vamos en tu búsqueda, cómo el sol de la media noche convierte en día la madrugada. Sí, muchacha, aurora y esperanza de la mañana. Sí tú supieras
Estás aquí porque nos estabas echando de menos. Estas aquí para que florezcan nuevamente los recuerdos, los sentimientos. Tu belleza vuelve para apoderarse de nosotros. Es el rito de una cita anual bajo la emoción de unos días atravesados por los hilos de la historia que cosen para celebrar el sentido hermoso del gozo que nos traes.
Estás aquí para llenar y rebosar los días de súplicas, gratitud y renovadas intenciones, desde cuando termina agosto, atravesando todo septiembre y llegando hasta el primer domingo con sabor a otoñada y vendimia. No tenemos otra devoción que tenga tantos días destinados a sus cultos como esta bendita imagen.
Fijaos bien. Su madera parece carne. Mirarla es rezarle con los ojos. Parece que ríe, parece que llora. Su rostro femenino y sagrado dicta la lección del testamento legado, custodiado y conservado. Ella ha sabido resistir todas las etapas de la historia. Tiempos tan distintos. Ella lo ha visto todo y lo ha sufrido todo. Tiempos difíciles, complejos, convulsos y muy duros.
Ella sabe de las ausencias que lastiman. Mientras, en el silencio dulce, con sabiduría, ha ido cosiendo las heridas del alma. Porque tú siempre tienes el pañuelo dispuesto para enjugar unas lágrimas. Bendita paciencia, bendita misericordia la tuya, muchacha. En tus ojos caben una eternidad de perdones y consuelos. Ojos que siguen y seguirán ofreciendo segundas y terceras oportunidades. Muchas oportunidades.
Este año estás de estreno. Sí supieras lo que pasó hace ahora ciento cincuenta años. No ves como ríe y salta el que tienes en tus brazos. Está pletórico. Sí supieras. Qué te voy a decir yo a ti, muchacha, sí tú lo sabes todo.
Escribe:
Manuel García Cienfuegos
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