Ella es la claridad que alumbra gozosa el alba del
hondo latido de la luz del tiempo de una mañana de agosto
La ven sus devotos. La vemos todos. Frente a Ella,
en su casa, la mirada es directa porque lleva, desde los sentimientos,
petición, saludo, dolor, alegría y acción de gracias.
Y, apenas, sin tardanza, llega su respuesta, “Permanece conmigo y yo te llevaré a Él”. Y Él, el niño, nos
obsequia con una cara avivada por el gozo y la satisfacción en su inocencia y ternura.
Parece como si quisiera saltar y salirse de Ella extendiendo los brazos. Brazos
preparados para cargar con el madero. Brazos que hacen que se levante una y
otra vez por los golpes que le propinamos a cada instante entre unos y otros.
Allí, en su casa, frente a Ella nos hacemos
humildes y débiles. Allí, lejos del sonido de la vida torpe del mundo, buscamos
las manos que nos enrosque hacia una eternidad de perdones. Allí deseamos que
nos seque las lágrimas y nos caliente con su lumbre repleta de esperanzas.
Ella es nuestra. Ella es cercanía. Ella es la
verdad que buscamos. Ella es la mano humana que coge las manos de los enfermos,
de los que andan en tinieblas, los necesitados y olvidados de la vida. Ella es
la incansable luchadora contra el sufrimiento. La que alivia el peso de
nuestras cruces. Quien ha agarrado sus manos sabe de lo que estoy hablando.
En su casa no encontraremos orfebrería cincelada,
ni brillo, ni apariencias, ni adornos. Sólo Ella y un niño que nunca baja los
brazos. Allí, en su casa, vamos a lo que hay que ir. Vamos a entregarnos en
cuerpo y alma. En su casa, entre la neblina de los ojos, Ella, en su mirada sonriente,
leal y sincera, siempre da más de lo que recibe.
Ella es el destino del revoloteo de nuestros íntimos
rezos. La que nos provoca tantas emociones. El refugio de tantas promesas que
obligan a su cumplimiento. Ella es la claridad que alumbra gozosa el alba del
hondo latido de la luz del tiempo de una mañana de agosto. Ella es apasionada
locura. Cobijo total de potencias elevadas a lo divino y humano.
El tiempo se ha cumplido. Es la hora exacta en los antiguos
recuerdos y memorias que resucitan en las madrugadas. Pronto, muy pronto,
vendrá a visitarnos como todos los años. Lo viene haciendo desde siglos. Su
nombre es gota perfumada de albahaca fresca preñada de alegrías y esperanzas. Despedirá
el verano y se marchará en otoño. No
tenemos otra devoción antigua que tenga tantos días destinados a sus cultos
como esta bendita imagen.
Seas
bienvenida, Santa María de Barbaño, bendita sea tu
pureza y eternamente lo sea, que Montijo se recrea en tu belleza, pura y
limpia, madre, patrona y reina.
M. García Cienfuegos
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