viernes, 15 de junio de 2012

Pregón Semana Santa en Montijo 2012 (María Arrobas Vila, 24 de marzo de 2012).


Buenas noches a todos.

         Comienzo con un saludo afectuoso a los representantes de las Cofradías, Hermandades y Asociaciones que tanto  trabajan para que la Semana Santa tenga, aquí en Montijo, la dignidad que merece y de una manera especial, mi entrañable saludo para Santi, Pedro, José Manuel y María José,  que con su juventud y su entusiasmo me han animado desde el primer momento.
Por supuesto mi agradecimiento a los que me habéis proporcionado datos muy valiosos, como Paco López, y a todos los que os habéis molestado en venir a escucharme. Espero no defraudaros ni haceros perder vuestro tiempo.

            Y sin más preámbulos, comienzo el Pregón.

            Cuando me ofrecieron ser “pregonera” de la Semana Santa, me quedé sorprendidísima…Ni a soñar que me hubiese echado podía imaginar que a mi edad, tan mayor, podría interesar a nadie lo que pudiera pensar o decir sobre este acontecimiento. Pero reacciono y me acuerdo de una noticia que me mandó mi hija Julia sobre una mujer, Rita Leví, premio Nobel de Medicina en 1986, cuando era muy mayor, y decía que se sentía como si tuviera veinte años. El año pasado cumplió cien y piensa seguir en la brecha, trabajando, siendo útil…Pues yo quiero ser como esta señora, lógicamente salvando las distancias, pues soy una simple mujer de pueblo que me asombra figurar entre los ilustres pregoneros que ha tenido nuestra Semana Santa.

             Y pienso: si ellos lo han hecho ¿Por qué no lo intento yo con la ayuda del Espíritu Santo?  Digo esto porque es la verdad. Cuando comencé el Pregón no sabía por dónde empezar. A mí han sido las Cofradías las que me han invitado y no puedo negarme ante un reto de este calibre. Es un honor ser pregonera en mi pueblo, que nunca olvidaré y siempre les estaré agradecida. Muchísimas gracias por acordaros de mí.

            Espero vuestra comprensión y perdonéis los fallos que podáis encontrar, que procuraré que no sean muchos, pero tener la seguridad de que todo lo que os voy a decir, sale de lo más profundo de mi corazón y no pretendo otra cosa más que ayudaros a preparar esta Semana Santa de 2012 como si fuese la más importante de nuestra vida puesto que en ella seguro que nos vamos a encontrar con Cristo sufriendo nuestros olvidos e infidelidades, pero también con Cristo resucitado que nos llenará de esperanza.

            Podría comenzar recordando al antiguo pregonero que decía: “Se hace saber…” y soltaba el pregón ante la expectación de chicos y mayores. Pero, me surge una duda: tal como están las cosas en la actualidad, con la crisis, el paro, los problemas de todo tipo que nos preocupan cada día ¿ A quién le puede interesar un pregón anunciando una semana de sufrimiento, de agonía y muerte de un condenado ocurrida hace más de 2000 años? Ahora solo interesan las noticias financieras, políticas o las que los medios nos proporcionan como “noticias del corazón” sobre arreglos y desarreglos amorosos de famosos o famosillos a los que seguimos con el máximo interés. Sobre noticias de gente comprometida, gente con valores de los de verdad, que se sacrifican por los demás, que incluso llegan a dar su vida por otros ¡Que pocas veces escuchamos algo!

           También pienso que los pregones se echaban en las esquinas de las calles más concurridas, en las plazas, en las puertas de los mercados, para que llegasen al mayor número de gente posible. Si lo hiciésemos ahora así (cosa que me gustaría muchísimo pues aquí estamos los que seguimos a Jesucristo, pero fuera están los que no le conocen, a los que también quisiera llegar) repito, si lo hiciésemos ahora así, creo que no nos escucharía nadie pues es tal el ruido del tráfico y demás en nuestras calles que la mayoría no se pararían ni para enterarse de qué se trataba. ¡Quizás algún curioso! ¡Algún despistado!

           Sin embargo, estamos aquí bastantes y vamos a anunciar unas noticias antiguas pero actuales que nos afectan a nuestras creencias, a nuestros valores, a nuestros comportamientos, a nuestra sociedad y en definitiva a nuestro pasado, a nuestro presente y lo más alentador y esperanzador, a nuestro futuro.

           Ser este año la “pregonera” es como hablar de familiares, amigos o personas que me han marcado. Hago el pregón porque es anunciar los tristes y gloriosos sucesos ocurridos a un amigo, Jesucristo, al que sigo desde hace muchos años y del que me considero, como se dice ahora, “fan” incondicional, comprometida con su palabra y con sus obras. Pienso…que si vosotros estáis aquí, no es solo por escuchar lo que pueda decir, sino porque como yo, sois seguidores de este Jesucristo que pregono en la última semana de su vida, siendo nosotros ahora, después de tanto tiempo, sus testigos vivos.

          Los creyentes tenemos dos formas de celebrar la Semana Santa: una, hacia dentro, queriendo interiorizar todo el Misterio Pascual mediante celebraciones litúrgicas que se preparan con mucho interés,  y que nos ayudan a vivir de una manera personal la muerte y resurrección del Señor. Lo que pretendemos es  acompañarlo, dolernos con sus sufrimientos y salir renovados de estas celebraciones.

          La otra manera de vivir la Semana Santa es hacia fuera, sacando a la calle todo lo que se vive en los templos mediante las procesiones y otros actos, en los que quedan expuestos a todo el pueblo, creyentes y no creyentes, los momentos más importantes de la Pasión y Resurrección del Señor. Son celebraciones tradicionales, multitudinarias, a veces fervorosas en las que el pueblo muestra mucho interés, aunque sea solo como espectador, pero también afloran en ocasiones sentimientos internos y vivencias que nos ayudan a ser mejores. Contemplar al Cristo moribundo en la procesión, o a la Dolorosa, la Madre, que va detrás de su hijo muerto, nos hace pensar muchas cosas.

           Estas dos formas pormenorizadas son las que quiero exponer comenzando por lo que vivimos, lo que sentimos en estos días. Y surge la pregunta:
         ¿Qué  es  la Semana  Santa?

          Pues ni más, ni menos que los siete días en los que los cristianos celebramos solemnemente el Misterio Pascual. Suponen la consumación de toda la vida de Jesús,  en la que de una manera sencilla, había ido manifestando su amor por el hombre. Son siete días en los que el Amor triunfa sobre la muerte y por eso también la llamamos Semana Grande, Semana del Dolor y del Amor,  la del paso definitivo de Dios por la Tierra para abrirnos la esperanza en el más allá.

          Jesús Llegó a Jerusalén a celebrar la Pascua, como era costumbre entre los judíos, acompañado de amigos y seguidores que lo habían escuchado durante el tiempo que se dedicó a predicar el amor, la justicia y la paz.

         San Marcos (cap. 11-7) cuenta que al entrar Jesús en Jerusalén “Muchos extendían  sus mantos sobre el camino, otros cortaban ramas de los campos y los que le precedían o le seguían, gritaban: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ”.

          Todo era alegría, algarabía. Sin que nadie preparase una recepción a la llegada de Jesús, el pueblo, de una manera espontánea, lo aclamaba victorioso. Y no llegaba de una manera arrogante o lujosa como solían hacerlo los reyes o los generales victoriosos al estilo romano, montados sobre vistosos caballos o aclamados bajo un arco de triunfo. No, no…Todo lo contrario. Llegaba montado sobre un humilde burrito, además prestado, simbolizando la mansedumbre, la paz. No llevaba escoltas, ni armas. Solo le acompañaba el griterío de la gente que lo aclamaba como el que predicaba un orden nuevo de amor y justicia.

          Entre los que lo aclamaban se encontraban bastantes niños de tal manera, que al oír como gritaban: “Hosanna al Hijo de David”, agitando sus ramos, los sumos sacerdotes y los escribas se indignaron y tomaron la determinación de eliminarlo.

             Había una alegría especial que seguramente sorprendió a sus discípulos, por eso el salmo 117 canta: “Este es el día que actuó el Señor. Sea nuestra alegría y nuestro gozo”. Y San Lucas (cap. 19-40) añade: “Si los niños y el pueblo callasen, gritarían las piedras”.
            Pero se acercaba la Pascua y como Jesús no tenía casa en Jerusalén pidió a un amigo que le dejase la suya para celebrar en ella la Cena Pascual con sus discípulos siguiendo la costumbre judía.

            Ya reunidos en casa del amigo, se quita el manto y de rodillas, sirve a los que están allí en lo más desagradable: les lava los pies. Todo un Dios de rodillas, humillado, ante nosotros, los hombres… Ahora, después de haber pasado tanto tiempo de este episodio, todavía nos conmueve y nos asombra porque actualmente lo que llama la atención es todo lo contrario: figurar ante los demás, darnos importancia, no tener ninguna consideración ante el pobre o el que por alguna razón ha perdido el prestigio social y ya no cuenta para nada. La actitud de Jesús es ¡Sorprendente! ¡Admirable!

            Y continúa la celebración de la Pascua. Sabía que era la última vez que iba a comer y beber con sus discípulos. Sería una celebración memorable, irrepetible. Aquella reunión…se convirtió en la Santa Cena, y el lugar donde se celebró, en el Cenáculo. Por esto, el Jueves Santo, todos los templos de la Tierra en los que nos reunimos para conmemorar esta última muestra de amor de Jesús, se convierten en la casa a la que Él quiso ir, son las casas del Señor, los Cenáculos.  En el Pan de la Última Cena, nos llenamos de la fuerza del amor de Cristo, y lo mismo ocurre con el Vino, la sangre que se derramó para que nosotros tuviésemos vida. Con sus palabras: “Haced esto en memoria mía”, nos pide que sigamos comiendo del Pan y bebiendo del Vino para que nos alimentemos de su vida. Se actualiza su muerte y su resurrección, todo el Misterio Pascual, guardado por la Iglesia como el mejor de los regalos del Señor.

            Y preparándose para lo que iba a suceder en los días siguientes, San Lucas (cap. 21-37) nos dice: “Salía por la noche para pasarla en el monte de los olivos, en oración”. Jesús oraba intensamente pues se acercaba el final de toda su labor de amor en la Tierra. Por esta razón Judas Iscariote, la noche del prendimiento, fue directamente a buscarlo, al monte de los olivos.

            Comienza la Noche Triste que como un largo vía crucis quiero recordar de una manera breve, desde el prendimiento de Jesús, cuando lo único que mantiene sus fuerzas es la voluntad del Padre con el deseo de redimir y salvar a la Humanidad. Prendido como un delincuente, es acusado y condenado por el Sanedrín solamente porque predicaba el amor al prójimo, porque era pobre y porque se rodeaba de gente inculta y de mala vida. Por eso, era considerado como un peligro para el pueblo.

            Además, aquella noche, fue negado por Pedro, el discípulo más cercano a Jesús y al que miró con la decepción de verse ignorado en boca de un amigo…Fue juzgado por Pilatos, objeto de burlas, azotado, coronado como rey, pero con espinas que se clavaban dolorosamente en su cabeza. Y por último, cargado con la cruz, una cruz muy grande y muy pesada: era la carga de todas las miserias de los hombres sobre los hombros de Jesús. ¿Podría soportar semejante carga?

            Y aquí aparece un hombre que volvía del campo, Simón de Cirene al que obligaron a ayudarle porque las fuerzas estaban al límite. Sin saberlo, Simón ayuda al mismo Dios en su terrible carga.

            Pero… seguimos la Vía Dolorosa, camino del Calvario.

            Ya en la cima del monte, despojado de sus vestiduras, fue crucificado. Había mucha gente alrededor mirando cómo se consumaba todo, pero la que verdaderamente estaba allí, no mirando simplemente, sino asumiendo la agonía de su hijo era María, su madre, que rota de dolor se apoya en Juan, el discípulo amado. Ambos reciben como en testamento la entrega mutua: que la madre no se quede sin hijo y que el hijo no se quede sin madre. ¿Hay mayor prueba de amor que recibir a alguien como hijo?... María desde este momento es la madre de todos los creyentes, la Madre de la Iglesia.

            Llegamos al final:”Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” y ahí está consumado su sacrificio. Por todo esto, la gloria de Cristo es la cruz en la que murió. La cruz es su victoria, en ella dio la vida para salvar a toda la Humanidad. En la cruz el dolor se transforma en esperanza, la muerte espera la resurrección.
            San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales invita a reflexionar: “Dolor, con Cristo doloroso; quebranto, con Cristo quebrantado; lágrimas, pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí”.
            Y continuamos.
             Como se acercaba el sábado, día sagrado para los judíos, en el que no se podía hacer nada, José de Arimatea y algunos más, dieron sepultura al cuerpo de Cristo de una manera precipitada pues se hacía de noche. Se imponía el silencio. Todo lo que se pudiera decir, después de lo sucedido, sonaba a fracaso, sonaba a vacío. Cristo, la Palabra, había sido sepultado. Todo había concluido.

            Empieza el tiempo de espera, como cuando se siembra un campo. En este caso, es una espera corta, intensa, expectante. Pronto, al tercer día, la vida volverá a florecer y la muerte será vencida.

             Y así, el primer día de la semana, el primer día de la nueva era, el que desde entonces será el Día del Señor, el Domingo, muy de madrugada “Cuando todavía estaba oscuro, era casi de noche”, según S. Juan (cap. 20-1), las mujeres que habían estado en el Calvario y asistieron a la sepultura de Jesús, María Magdalena, María la de Santiago y otras, impacientes, pensando que no habían preparado convenientemente el cuerpo de Cristo por la precipitación de enterrarlo antes del sábado, llevaron al sepulcro aromas y ungüentos para perfumarlo. Vieron la losa removida y el sepulcro vacío…María Magdalena lloraba sorprendida porque no sabía dónde estaba Jesús hasta que lo reconoció en medio del huerto con ese ¡Rabonni! ¡Maestro! Después…carreras a contar a los discípulos lo que se habían encontrado. Y más carreras de Juan y Pedro que incrédulos querían llegar los primeros al sepulcro para ver lo que había sucedido…Pero Él no estaba allí en el oscuro y frío sepulcro. Cristo no estaba en la tumba porque Él está entre nosotros y nos habla al corazón. Él está aquí y nos alimenta en cada Eucaristía con su cuerpo. Él está aquí y quiere que llevemos ahí fuera la esperanza, la alegría y el compromiso de dar testimonio de su resurrección.
             Por todo esto,  los cristianos no debemos estar tristes: Cristo resucitó como dijo y debemos ser testigos de alegría. Por eso la Pascua es luz, es amor, es comenzar una vida nueva. No tenemos que quedarnos solamente con lo que sucedió entonces, sino que todos y cada uno de nosotros debemos intentar que la Pascua, nuestra Pascua, sea la fiesta que nos lleve a la renovación de nuestra fe, de nuestra esperanza, al amor a los demás, a la alegría de ser cristianos, testigos vivos de su amor. A todos nos espera la resurrección.

            ¿Cómo vivimos todo esto aquí en nuestro pueblo?

               Otra manera de vivir la Semana Santa.

              Hacia fuera es la dimensión popular de todo lo que os he expuesto. En esta dimensión, las Hermandades, Asociaciones y Cofradías tienen aquí, en Montijo, un protagonismo especial pues son sus integrantes los que con su interés y entrega han conseguido que por nuestras calles desfilen los pasos más significativos de todo el dolor y el amor que representan estos siete días santos.

              Pero las procesiones de Semana Santa no han tenido siempre el reconocimiento y fervor popular actual. Antiguamente eran simplemente sacar algunas imágenes a la calle a hombros de algunos devotos y en lo que yo recuerdo, acompañados principalmente por niños. Por ejemplo, la procesión del Jueves Santo de cada año era una multitud de niños y niñas, en fila unos a un lado, otras al otro, comiendo las “chucherías” de entonces que eran garbanzos tostados, altramuces y algún  que otro caramelo. Se le conocía como la “procesión de los altramuces” quizá por la abundancia de éstos o por ser protagonistas los más pequeños, los niños.

            Todo esto empezó a cambiar en 1940. En los primeros días de la Guerra Civil (1936-1939), un grupo de hombres bastante conocidos del pueblo, estuvieron retenidos a la fuerza en el convento de las Clarisas, cuando éstas fueron expulsadas de allí. Eran momentos difíciles y  convivieron esos días con lo que se encontraron dentro de los muros del convento. Entre las imágenes estaba la Virgen de la Piedad. Suplicaron su protección  y cuando salieron de aquel encierro, contaron a familiares y amigos la compañía y el consuelo que había supuesto para ellos la Virgen de la Piedad. La devoción se extendió por el pueblo y un grupo de hijos y parientes de aquellos hombres, todos muy jóvenes, entre los que se encontraban Paco Gragera, Modesto Pinilla y Paco López, junto a algunos amigos, decidieron pedir permiso a las monjas Clarisas, que ya habían vuelto al convento, para sacar la Piedad a la calle el Miércoles Santo, en agradecimiento a la libertad conseguida bajo su protección.

             Entre 1940 y 1942 salieron con  la Virgen, sin hábito, pero al acompañarles Nuestro Padre Jesús Nazareno, de la ermita de Jesús, seguramente decidieron adoptar las vestiduras negras, en señal de luto y dolor. Actualmente se les conoce como  “los Negros”.

              La devoción iba en aumento y en 1942, después de obtener el permiso del señor obispo, decidieron formalizar la “Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Piedad” como estación de penitencia, de oración, de agradecimiento.

              Unos años más tarde, en 1966, Antonio Sánchez, el Granadino, junto a algunos amigos, decidieron organizar la “Cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía y María Santísima de los Dolores”, conocidos popularmente ahora como “los Colorados”, antes como los “Amapolos”, comenzando a tener la Semana Santa de aquí de Montijo, la importancia que con los años se ha ido consolidando, en cierto modo influenciada por las Semanas Santas andaluzas pero con un matiz más austero, más severo.

              El resto de las cofradías son más recientes pero todas,  desde sus comienzos, han puesto siempre el máximo cariño e interés para que sus Cristos o Vírgenes y por supuesto sus procesiones, sean las más devotas, más multitudinarias e incluso las más vistosas con los vestidos de sus imágenes, mantos y túnicas ricamente bordados. Incluso las andas se han enriquecido y modernizado luciendo flores simbólicas según la cofradía: malvas, el Miércoles Santo; rojas, el Jueves Santo; blancas, el Viernes…

              Y paso a enumerar brevemente lo que la religiosidad popular contemplará en nuestras calles en este 2012.

              El  Domingo de Ramos, por la mañana, se celebra la bendición de ramos y la entrada de Jesús en Jerusalén con la Cofradía “Jesús Salvador de los Hombres”. Este año sale de la Parroquia de S. Gregorio y al término de la procesión continúa la Santa Misa en la Parroquia de S. Pedro. A esta procesión se le conoce popularmente como la de “la burrita” y es una de las más multitudinarias pues a ella acuden padres, madres y niños de todas las edades. Todos con los ramos de olivo bendecidos, participando en el recibimiento a un Jesús humilde pero aclamado como rey. Se decía antiguamente: “El domingo de Ramos, el que no estrena, no tiene manos”, simbolizando lo nuevo, lo mejor para recibir a Jesús. Era cuando se estrenaban los vestidos de verano.

            Los dos días siguientes, Lunes y Martes Santos, son días de preparación para todo lo que vendrá después. Son días de recogimiento, de oración y celebración comunitaria de la penitencia en los templos. Hay personas que aprovechan estos días para reconciliarse penitencialmente de toda la andadura del año. Van a los templos solamente en estas celebraciones y cumplen con el precepto pascual.

             En las iglesias, las Hermandades, Asociaciones y Cofradías ultiman los detalles de sus procesiones con esmero y preparan los trajes que llevarán. Las mujeres ayudan a vestir las imágenes especialmente las de las Vírgenes y sacan las mantillas dispuestas a acompañar a sus Cristos o Vírgenes.

            También en las casas hay más actividad de lo normal pues se preparan las comidas de abstinencia, propias de la Semana Santa: verduras, escabeches, bacalao, etc. sin olvidar los dulces típicos como roscas fritas, empanadas, pestiños…

            El Miércoles Santo, la “Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Nuestra Señora de la Piedad” sale por las calles del pueblo desde la ermita de Jesús. Jesús cargado con la cruz y ayudado por Simón Cirineo es acompañado por los hermanos con sus cruces y cirios.  La preciosa imagen de la Virgen de la Piedad acompaña a su hijo en la Vía Dolorosa. El silencio se palpa al paso de la procesión por las calles del pueblo, únicamente roto por la música que se une a la emoción de todos.

             Y llegamos al Jueves Santo, día del Amor. Después de la celebración de la Cena del Señor en este día en el que Jesús nos dejó su cuerpo y sangre como el mejor regalo en la institución de la Eucaristía, por la noche, desde la Parroquia de San Pedro sale la “Cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía y María Santísima  de los Dolores”. Impresiona y mucho el Cristo crucificado,  en agonía, consumando el sacrificio, llevado con paso solemne por los nazarenos de rojo, símbolo de la sangre derramada como los claveles que sujetan el pie de su cruz…Y detrás, la Dolorosa con la expresión de una madre que llora a su hijo injustamente tratado, a un hijo que muere.

            En la madrugada del Viernes Santo, desde la Parroquia de San Gregorio, sale la “Cofradía de la Vera Cruz” acompañando al Santísimo Cristo de la Misericordia en absoluto silencio solamente roto por un agudo toque de campanilla y el golpe que marca el paso de la procesión por las solitarias calles del pueblo. La austeridad, el recogimiento y la soledad caracterizan esta procesión en una noche tan especial. La “Cofradía de la Vera Cruz” es la más joven de las que existen en la actualidad siendo su fundación en 1987.

            El Viernes Santo, después de la celebración en las parroquias y en el convento de las monjas de la Pasión del Señor, la “Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo Yacente, Caballeros del Santo Sepulcro, Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo” organiza la procesión más participativa de toda la Semana Santa. Aunque los nazarenos “Blancos” (porque así es su capuchón) son los titulares, les acompañan una representación de las otras hermandades y cofradías, además de un gran número de mujeres con sus mantillas. Se considera como lo que representa: el entierro de Cristo al que mucha gente del pueblo quiere acompañar, unos como integrantes del acto y otros como simples espectadores. Se puede decir que es una manifestación popular de dolor, de pesar, por todo lo vivido durante la Semana Santa.

            La Virgen de los Dolores sigue la urna con el cuerpo yacente de Jesús hacia el sepulcro. La banda de música interpreta siempre música fúnebre.

            Cuando termina el entierro, casi a la media noche del Viernes, se celebra la procesión de la Soledad, organizada por la “Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores”. Se recuerda la vuelta desde el sepulcro de la Virgen, acompañada por San Juan y la Magdalena junto a las mujeres que fueron testigos de todo lo sucedido. Llevan a la Virgen y acompañantes hacia el templo, en silencio y con sus velas encendidas como si velasen por la seguridad de aquella vuelta a casa desde el sepulcro sin Jesús…

              El Sábado Santo es un día de reflexión de todo lo vivido últimamente y de espera, de recogimiento.

              Si “por las vísperas se conocen los santos”, el Domingo de Resurrección se adelanta en el pueblo mediante las Vigilias Pascuales que se celebran en las parroquias y en el convento de las Clarisas. La Vigilia es la manifestación alegre y esperanzada de la Pascua, de la Resurrección, pasando de las tinieblas a la luz, de la muerte, a la resurrección y a la vida. Es una fiesta gozosa de los creyentes que como la Magdalena adelantamos el gran acontecimiento de la Resurrección. Escuchar las campanas en la noche de Pascua, cuando la vigilia anuncia a Cristo triunfante, resucitado, es comprobar que se ha cumplido lo esperado…

               Ya por la mañana, es el día más importante del año porque en él se cumplió lo que se había anunciado desde muy antiguo: “Resucitó al tercer día”, y nos abrió las puertas a la esperanza, al goce eterno. La Pascua es luz, alegría, vida nueva. Si vivir consiste en amar, Cristo nos da la prueba más palpable de su amor por el hombre volviendo a la vida, quedándose con nosotros para siempre.

             En el pueblo siempre se ha celebrado la Pascua de una manera especial. Yo recuerdo haber ido a la Parroquia de San Pedro con una jarrita a por agua bendita para después, con romero también bendecido, ir por todos los rincones de la casa salpicando mientras se decía: “Sal demonio de este rincón que ya resucitó Nuestro Señor”. Las casas quedaban bendecidas hasta la Pascua siguiente con gran contento de todos los que vivían en ellas.

             Los niños celebraban la Resurrección saliendo en pandillas con campanillos e incluso cencerros, recorriendo las calles con gran alboroto. Todo en el pueblo era alegría puesto que todo se había cumplido.

             Pero lo que más ha perdurado ha sido El Encuentro, organizado en la actualidad por la “Asociación Jesús Resucitado”. Según cuentan, antiguamente era tal el interés que tenían los mozos del pueblo por llevar al Resucitado o a la Virgen y acompañantes, que muy temprano, el Domingo de Resurrección, se iban a la iglesia para poder elegir las andas de las imágenes que querían llevar y como reserva, dejaban sus pañuelos atados para que nadie se las quitase.

              Actualmente también hay bastante interés por presenciar El Encuentro. La gente con sus mejores vestidos de primavera-verano, acude con prisa a la Plaza, como lo hicieron Pedro y Juan deseando cuanto antes ver a Jesús, ahora, para presenciar la llegada de las imágenes. Todos esperamos  ver al Resucitado y a su Madre, a San Juan y a la Magdalena inclinarse en entrañable saludo. La gente rompe en aplausos no solo reconociendo si la inclinación se ha hecho mejor o peor, sino por lo que representa la noticia de que el Señor no nos ha dejado. Siento alegría, gozo interno por tener la suerte de vivir, de ser testigo de todo esto…

              Y termino. Como he dicho anteriormente, creo que todos en esta Semana Santa tenemos la ocasión de encontrarnos con Jesús si vivimos los próximos acontecimientos en toda su dimensión y no solo como espectadores. Vamos a vivirlos como algo personal pues representan la propia vida con sus alegrías y tristezas, sus dolores y gozos pero si contamos con la cercanía de Jesús, todo será más llevadero.

              Como broche final os invito a escuchar un canto a la vida en la voz de Ainhoa Arteta. La vida es eso: soñar, renovarse…Cada día RESUCITAR.

              A todos os deseo

                               ¡¡¡  FELIZ     PASCUA    DE    RESURRECCIÓN   !!!


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