sábado, 14 de abril de 2012

2º DOMINGO DE PASCUA (Parroquia Virtual Padre Altarejos)


DEL TEMOR A LA PAZ

Nos dicen a veces algunos profesores que entre sus alumnos adolescentes hay muchos que se manifiestan como ateos. Por supuesto no podemos juzgar a la persona. Pero es más que cuestionable que un adolescente, que no es capaz de elegir su profesión ni decidirse a seguir una vocación, sea capaz de formular una opción tan fundamental como la de la fe.
Nos viene con frecuencia a la mente un conocido pensamiento de Erich Fromm. Promotor de un  psicoanálisis  humanista, solía decir él que con demasiada frecuencia el creyente  dice creer sin haber dedicado una noche a pensar en las razones de su fe. Pero tampoco el ateo ha perdido una noche para plantearse las razones de su increencia.
El domingo segundo de Pascua nos replantea de nuevo la cuestión de la fe. El evangelio de San Juan parece centrar sobre ella el logro o el malogro de la existencia humana (Jn 20, 19-31). Los discípulos de Jesús viven horas de turbación, encerrados en la oscuridad y atenazados por el miedo. Sólo la aparición de Jesús les trae la paz.

TRES VOCES

En esa nueva atmósfera, quedan rehabilitados. El Señor no reprende a los que lo han abandonado. Les concede el don de la paz. Y exhala sobre ellos su espíritu, como hiciera el Creador en la primera hora de la creación. En ese ambiente resuenan tres voces diferentes, pero complementarias:
• “Hemos visto al Señor”. La primera es la voz de los discípulos. El antiguo pueblo de Israel era invitado a “escuchar”  la palabra de Dios. Los seguidores de Jesús han tenido el privilegio de “ver” la Palabra de Dios, hecha carne y presencia, signo de vida y promesa de esperanza.
• “Si no veo… no lo creo”. La segunda es la voz del discípulo que se ha ausentado de la comunidad. Es en la comunidad donde se descubre la presencia del Señor resucitado. Quien prefiere vivir al margen se priva de verlo. Y se niega a creer. Mientras parece criticar la credulidad de sus compañeros, demuestra su propia debilidad. 
• “Trae tu dedo y no seas incrédulo sino creyente”. La tercera es la voz del mismo Señor resucitado. Lejos de reprochar al discípulo su lejanía y su incredulidad, condesciende con él. Quien ha ido a buscar a los alejados, no puede olvidar al discípulo perdido y se presta a ayudarle a recorrer el camino que lleva a la fe.

DOS DIÁLOGOS

Hemos meditado todos los años este relato evangélico. Muchas veces hemos subrayado la coherencia del apóstol Tomas. En su diálogo con los otros discípulos, parece ser el único que ha intuido que no puede haber resurrección sin muerte, ni Mesías de Dios  sin llagas en su cuerpo. Pero hoy nos interesa evocar su diálogo con Jesús:
• “Señor mío y Dios mío”. Frente a sus compañeros, Tomás se muestra locuaz y protestón, autosuficiente y audaz. Frente a Jesús, Tomás es el discípulo que reconoce la dignidad divina de su Maestro. Una frase tan escueta como esta nos descubre el corazón rendido del adorador.
• “Dichosos los que crean sin haber visto”. La fe está al principio y al final. El camino evangélico se inicia con una bienaventuranza , dirigida a María: “Dichosa tú que has creído”.  Y se cierra con otra bienaventuranza que preanuncia una comunidad de creyentes  impulsados por la fe de los seguidores directos de Jesús: “Dichosos los que crean sin haber visto”.
Dos diálogos. Uno con los compañeros en el discipulado. Y otro con el Maestro que los ha elegido. Los dos bosquejan la silueta humana y espiritual de Tomás. Y las dificultades y gozos de todos los creyentes. Pero ni los discípulos ni el Maestro condenan a Tomás. Unos dan testimonio de haber visto al Señor. Y el Señor incorpora a Tomás en el perdón y la paz.
- Señor Jesús, resucitado de entre los muertos, ayúdanos a superar nuestros miedos, a descubrirte vivo entre nosotros, a anunciar tu vida y tu presencia, y a reconocerte como nuestro Dios y Señor. Amén. Aleluya.




José-Román Flecha Andrés
Universidad Pontificia de Salamanca


ORACIÓN

TÚ, SEÑOR, ERES MI ALEGRÍA
Cuando comparto y doy algo de mí
Cuando busco el bien de los demás
TÚ, SEÑOR, ERES MI ALEGRÍA
Si lucho contra el mal y la mentira
Si te busco en el buen obrar
TÚ, SEÑOR, ERES MI ALEGRÍA
Si ofrezco y recibo la paz
Si doy lo tengo de bueno
Si cuido la bondad de mi corazón
TÚ, SEÑOR, ERES MI ALEGRÍA
Porque no tengo miedo al qué dirán
Porque manifiesto que soy cristiano
Porque soy lo que soy…
gracias a Ti, Señor.
TÚ, SEÑOR, ERES MI ALEGRÍA
Yo creo, espero, vivo
y camino en Ti y por Ti, Señor
Amén


Edición semanal -Pascua 2012-
Parroquia Virtual del Padre Altarejos



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